martes, 11 de abril de 2017

VACACIONES CON EL IMSERSO 2017



VACACIONES CON EL IMSERSO 2017    04-04-2017

Ya hace una montonera de días que regresamos de ellas y aún perduran en nuestro rincón de los buenos recuerdos y las críticas sin acritud.
Críticas que hago desde el respeto y con la esperanza de aconsejar o ayudar a elegir a otros usuarios de este programa creado exitosamente hace muchos años para que los vejestorios pudiéramos viajar a buen precio.
Esta vez contratamos para vacacionar con una pareja de buenos y grandes amigos. Nos quedamos con las ganas de otro destino más atrayente  y optamos por lo único que nos ofrecían. Era esto;  repetir los de otros años o un destino que no quiero ni aunque me lo regalaran y dieran dinero encima.
El alojamiento era en Santa Susana, sito a una hora y varios peajes en bus desde el aeropuerto del Prat donde arribamos contentos procedentes del de Villanubla.
Para variar, en el citado pueblo había poco o menos que ver, pero teníamos la estación de tren de cercanías a la misma puerta del hotel que fue nuestro “hogar” por una semana.
También disponíamos de las ya famosas excursiones en las que te ofrecen muchísimo más de lo que te dan y que como no escarmentamos, optamos voluntariamente por cualquiera de ellas. Sin duda existe la opción de alquilar un coche y ver la zona por cuenta propia o no moverte del hotel y disfrutar de lo que te ofrezca el recinto o la climatología permita.
No era época de playa ni de piscina aunque allí las teníamos para alegrarnos la vista desde la terraza de la acogedora habitación.
Las temperaturas eran magníficas para estar a principios de marzo, pero no calurosas. Hubo incluso un temporal que agitó España por los cuatro costados y el Nordeste no fue una excepción, aunque la intensa lluvia y brutales vientos que lanzaron las tumbonas dentro de las piscinas y agitaron el mar hasta enfadarlo, nos visitaron solamente una noche y por dormir como lirones, apenas nos afectaron.
Al hotel mencionado y ofertado como 4 Estrellas, al menos le sobraba una, sobretodo en la limpieza de las habitaciones que no vieron un mocho de fregona ni una escoba en toda la semana, ni habían visto agua en su enlosado  desde mucho antes de llegar nosotros. Así también brillaba por su ausencia absoluta el escamondado de la preciosa y confortable ducha, de aspecto tan poco fiable que  accedíamos a “regarnos” con chanclas de piscina para no traernos en los pies una buena ración de hongos sin aliñar.
Afortunadamente las camas estaban limpísimas, de no haber sido así, no me meto en una “descansadora” que no reúna condiciones higiénicas, por ahí no paso.  Nos cambiaron las sábanas a mitad de estancia, así como las toallas que reponían a diario todas las que habíamos utilizado.
Ni qué decir tiene que advertí a la encargada de limpieza y al no ser atendida, repetí la queja en recepción, la necesidad de que fregaran las manchas que encontré en el suelo y que finalmente allí quedaron para el siguiente huésped cuando acabó nuestro tiempo.
Ignoro por qué no se atendió mi lógica y educada petición. No culpo ni culparé a las limpiadoras, pero sí al encargado del personal que seguramente contrata a menos del que necesita para mantener dignamente limpias las habitaciones ocupadas por aquellos días en su mayoría por personas usuarias de Imserso.
Quizás nos tratan como “clientes inferiores”, sin darse cuenta que con nuestra ocupación, ayudamos a mantener puestos de trabajo hostelero en temporada baja y tenemos además el derecho a ser tratados tan dignamente como lo serán, seguramente, los clientes de temporadas más altas para el turismo, y no la invernal repleta de viejos pedorros jubilados disfrutando de buen precio en vacaciones después de muchos años trabajando, ayudando a que la economía de este país permitiera vivir bien o al menos con decoro.
Imserso no es sinónimo de desguace, aunque muchos así parecen verlo. Allá llegarán y vete a saber si continúe existiendo este programa o lo hayan denigrado tanto que haya desaparecido y ellos no puedan disfrutarlo como tantas cosas buenas que logramos o “nos lograron” quienes nos precedieron.

Muy de agradecer el personal de comedor, amable y atento. La comida de calidad tirando a buena, aunque de surtido tirando a muy escaso. De cantidad correcto. Nunca faltaba comida en los expositores del bufet. Faltaba –insisto- surtido; así como faltaron las actuaciones nocturnas que se limitaban a baile para quien baile y nada para quien pretende distraer un ratillo tranquilo y ameno de la noche con alguna actuación como las que ofrecen actualmente los hoteles de categoría incluso inferior a este que presume de ser un “4 Estrellas” y para esas “cosillas” de las que me quejo, dista mucho de la realidad para poder exhibirlas honradamente.
Esos “ratos tranquilos”, al no haber actuaciones, -ni tres de nosotros cuatro ganas de bailar- ocupamos nuestro tiempo jugando unas partiditas de Tute cada noche. Lo importante no era ganar, ni había enfado por perder. Los cuatro ganamos en  risas, buenos ratos metiendo la pata en las jugadas, haciendo renuncios o cantando las 40 cuando la baza no era de aquel pinte.

En el capítulo excursiones… De todo hubo. La primera, sólo para una tarde que nos vendieron como “Costa Brava”.
Pensamos que nos llevarían a visitar un par de pueblitos típicos, pero nada más lejos de la cruda realidad. Primero y para no variar, recorrimos un buen rato recogiendo excursionistas de otros pueblos. Salimos del nuestro a las 14.15 de la tarde y regresamos a las 20, es decir, casi seis horas de autobús, parando escasos cinco minutos en algún recodo para “admirar las vistas” que nos vendían como “Impresionantes” y que he disfrutado en Galicia, Asturias o Cantabria mucho más hermosas que aquellas.
Media hora en Tossa sin separarnos de la guía y otra media en otro pueblo al que habíamos llegado por la montaña, es decir, carreteras estrechísimas, curvas más cerradas que un Mercadona en domingo, escarpadas laderas y vistas de casas suntuosas o presuntuosas de gentes que ni conocíamos, ni conoceremos y que si las tienen allí tan arriba por impresionantes que fueran, ni las disfrutarán porque de la mayoría de ellas hablaba la guía en pasado de sus moradores, conclusión:  excursionistas deseando llegar a tierra firme y besar el suelo como hacía el Papa.
Afortunadamente el viaje de regreso lo hicimos por “autopeaje” deseando vernos libres de nuevo en el hotel. Muchas horas para no ver nada que en concreto mereciera la pena. Esa fue mi opinión y la de muchos de mis compañeros de aventura.
Aquella noche fue la huracanada y lluviosa. Al amanecer teníamos contratada otra excursión y con la experiencia de la tarde anterior, no abordamos el autobús con demasiado entusiasmo. Afortunadamente, nada más lejos de nuestra imaginación.
Fue un día ventoso, pero soleado y chispeó tan poquito que ni abrir el paraguas hizo falta, aunque no pudimos desprendernos del abrigo a primera hora, durante nuestra corta visita a  Olot y luego a un precioso pueblo llamado Hostalets, cuyo nombre es más largo que el propio pueblo, muy pequeñito, con sólo una calle, pero  nos gustó mucho. Después continuamos por una carretera tan sinuosa como las del día anterior hasta llegar al Santuario de Nstra Sra del Faro, que estaba en lo alto de una montaña con vistas –esta vez sí- impresionantes.
Al llegar allí, estaba cubierto de neblina, comenzó a chispear nieve y algo de granizo, pero pronto salió el sol y ya no se escondió en el resto de los cinco días que nos quedaban de vacaciones.

En el citado Monasterio, aprovechando que el Pisuerga pasa por Pucela, han aprovechado para acondicionarlo como restaurante, donde nos llenaron el buche de rica comida típica de la zona y embutidos en lonchas más transparentes que ostias sin consagrar y que vendían a la salida del comedor en la típica tienda de recuerdos.
Bien alimentado cuerpo y espíritu de risas por cosillas que nunca faltan, abordamos de nuevo el autobús para ir al precioso pueblo de “Rupit”. Nos encantó, y sólo por verlo mereció la pena aquella excursión. Nos sentimos afortunados de haberla elegido; tanto como Juani se sintió feliz al saber que de regreso no tendría que volver a cruzar el bonito puente colgante por el que accedimos al pueblo, que la pobre mujer creyó era única ruta, cuando teníamos a pocos metros un puente estable de piedra maciza, del que la guía no nos informó, para hacer cruzar a todo el mundo por el colgante.
Se dio la circunstancia que cuando íbamos por la mitad del puente, un “graciosito” , al escuchar el susto de mi amiga, agitó las barandas y a punto estuvo de hacer lanzar el móvil de mi marido por los aires y hacerlo caer al riachuelo que discurría varios metros por debajo de nuestros pies.
Regresamos al hotel satisfechos y felices. Un día después, recibimos la visita de mis queridos primos Xus y Pere. Un rato agradable comiendo juntos y charlando de mis cosas sabidas y por saber. Muy felices estuvimos también ese día.

Llegó el lunes y con él, la excursión a Barcelona que no tacharé de fraude pero casi.
Tontos no somos y sabemos que esa impresionante urbe no puede verse en media mañana, pero sí, que habiendo aprovechado horas de la tarde, alguna cosita más hubiéramos podido ver.
Madrugamos y pronto abordamos el autobús ya habiendo dado buena cuenta del desayuno. La mayor parte del tiempo lo pasamos, escuchando atentos –o no- la inacabable verborrea de la guía de turno detallando el lugar por el que estábamos pasando o íbamos a pasar a paso ligero de autobús. Fotos a través de los cristales y una parada rapidísima sin tiempo ni para miccionar ni para realizar con calma la visita al “pueblo español”. Tampoco paró en lo alto de aquel mirador desde el que hubiéramos podido tomar fotos preciosas de la gran mole que es la ciudad que nos prestó su aire durante unas horas de nuestro tiempo.
La parada más extensa fue en la Plaza Cataluña; plaza que adivinamos, imposible acercarnos a su “cogollo” por lo rápido que tuvimos que bajar y alejarnos rumbo  a la catedral, ni después al volver al lugar de cita, igualmente por la premura en volver a ocupar nuestros asientos y salir zumbando de allí.
Al llegar a la citada plaza, fuimos como un rebaño tras la guía, hasta las puertas de la catedral. Allí mismo nos explicó en cuarto de hora lo que supuestamente íbamos a ver dentro en diez minutos y juro que de esa forma es imposible enterarse de nada, máxime cuando de esos pocos minutos has de emplear unos cuantos en buscar el claustro y en él, el excusado que previo pago, alivió las prisas de buena parte del gentío que visita el templo.
Es la primera vez que en una catedral veo aseos públicos, y se me hace raro que precisamente allí, sean de pago… Se ve que Cristo predicó: dar de comer al hambriento,  de beber al sediento, y cobrar al que se mea.

Tras la entrada y salida a la catedral –que eso no es visita y mucho menos recrearse la vista con el arte sacro- nuevamente la verborrea de la guía, nos mostraba el Barrio Gótico, con un característico y casi nauseabundo olor a humedad de uretra.
La visita a dicho barrio necesita mucha menos prisa de la que llevábamos para habernos podido enterar de algo.

Por fin llegamos a Las Ramblas, -las intuimos- vimos la puerta de entrada al Liceo, y visitamos en apenas diez minutos de tiempo “libre” el típico mercado de la Boquería, una especie de “Plaza del Portugalete” con la mayoría de sus puestos cerrados y que en tan poquísimo tiempo, no pudimos degustar aquello que se nos ofrecía en el pintoresco lugar.
Una vez reunidos de nuevo en el autobús, rodamos hasta las inmediaciones –más o menos- de la Sagrada Familia, y frente a ella, un restaurante muy aparente donde calmamos hambre y sed.
Tras la rica comida, pudimos admirar por fuera el impresionante templo “Gaudiniano”, las grúas de obra y la arquitectura modernista en vías de culminar.
Sin hacer más visitas, a las seis de la tarde, nos dejaban ya en el hotel al que llegamos con la sensación de no haber visto apenas nada de lo que Barcelona podía ofrecernos en una tarde tan preciosa y desperdiciada como aquella.

El resto de días los empleamos en ir a conocer pueblos de alrededor, como Mataró, Blanes, Pineda y otros.

Han sido días de descanso de la rutina diaria, de risas, de charlas, excursiones con mayor o menor acierto; partidas de Tute divertidas y ganas de volver a repetir pronto nuevos y diferentes destinos, una nueva experiencia, compartida en cuerpo con los mismos amigos y en crónica con quien tenga el placer de leerme.

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